CORAZÓN FLOR
Olor a lluvia en la tarde de domingo. El cuerpo iluminado por la luz que débilmente se filtra por la persiana a medio abrir. Se encuentra sumergido en una ácida nebulosa que impregna su piel con dolores fríos, como un rayo que inyecta un haz de furia en sus entrañas hastiadas del asfixiante silencio que lo rodea.
La voz en el tubo, mágico recuerdo, está ausente hoy.
Un temblor comienza a emerger desde lo más profundo. El terror crece dentro de éste náufrago perdido en medio de un océano de melancolía.
Los discos vuelan en bandadas plateadas, mutando en sonidos vagos.
El reloj avanza inexorablemente. Nada cambia y su sueño es eterno. Lo desespera el encierro en esta cárcel de tiempo.
Se incorpora y sale al balcón. Algo le da náuseas, pero sabe que esta vez es él el que odia.
La blancura de su piel lo encandila, por eso se cubre con ropas oscuras y sale a nadar en el mar de gente que circula por las calles.
Nada lo distrae, ni siquiera las mujeres que pasan a su lado y lo miran ansiosas. Sigue oculto en su mundo, sumergido en su niebla, enterrado dentro de sí mismo. No puede salir, no puede encontrar la puerta de su propio laberinto. Recorre sin rumbo el parque espacial, bordea el lago, toca el fondo con sus ojos, y deja caer, una a una, mil rosas envueltas en palabras con sabor a ayer. Dispara al aire un diamante líquido empapado en una mezcla de ira, desesperanza, melancolía, amor y desahogo.
Cae la noche sobre su cabeza. El neón destila sabores amargos. Decide volver a casa. Atraviesa la ciudad como un fantasma urbano, dejándose llevar por la inercia de sus negras alas.
Al llegar, se interna en el baño para lavar las heridas de los suspiros.
Al cabo de una hora, vuelve a ver la superficie. Sus manos gastadas por el recuerdo. Su cuerpo libre, al menos por unos instantes, de la pesadez soporífera que lo castiga a diario. Enciende un cigarrillo y elige escuchar "passion of lovers". Un arrebato de inspiración llega como una ráfaga de viento. Se entrega a él. Recoge un lápiz del piso y comienza a escribir en las paredes signos que lo reflejan frágilmente como sutiles láminas de mercurio.
Se observa. De sus manos comienzan a emerger pequeños tallos que devienen en afiladas espinas. Sus piernas se transforman en tallos mas fuertes, gruesos y firmes, y con agujas igualmente afiladas como las de las manos. De sus pies, salen finísimos hilos que se aferran al piso de madera como raíces. En un acto de descreimiento y desesperación, desgarra su rostro con las espuelas de sus miembros.
Inesperadamente, comienza a sonar el teléfono. No puede alcanzarlo. Lo invaden el terror y la locura. Al mismo tiempo, tras la máscara de piel y pelos, cobran vida aterciopelados pétalos que buscan la luz hambrientos de energía.
Cae, aturdido en medio de una nube de humo y sonidos.
El desconcierto y la histeria, los recuerdos y la tristeza, lo conducen en el vacío. Se deja vencer.
Mientras, el tubo sigue sonando. En un rapto de valor intenta llegar hasta él a pesar de que agoniza, pero es demasiado tarde, ha empezado a marchitarse...